Desayuno con Mª Victoria Martín, una madre aliviada al saberse cerca de su hija y con sus nietos en casa.
Quedamos para tomar un café y llega con su hermana Paqui. Hoy las dos tienen otra expresión en la cara. Sonríen, se las ve relajadas, han pasado mucho, muchísimo, pero lo peor ya ha acabado. Alejandra Pozo Martín ya está en la prisión de Soto del Real, en Madrid, y sus cuatro hijos ya disfrutan de un verano que apunta maravilloso en casa de su abuela.
Y es que por los hijos, unos padres desesperados son capaces de todo, a veces incluso se comenten tremendos errores que pasan tremendas facturas, pero la ley está para cumplirla y eso es lo que le ha pasado a Alejandra, que el cumplimiento de su condena se convirtió en una tortura que a punto estuvo de costarle la vida.
Mª Victoria, a la que su hermana Paqui se come a besos y abrazos por lo feliz que se siente al tenerla de nuevo a su lado, habla pausada aunque tiene mucho que contar. Sus increíbles ojos azules brillan con intensidad pero su mirada refleja el agotamiento de meses de sufrimiento.
Hoy está muy tranquila porque sabe que a la hora en la que hacemos la entrevista sus 4 nietos aún duermen tranquilos en casa. Son muy pequeños, niños inocentes que han pasado por una experiencia que nunca deberían haber vivido. Pero ya ha acabado todo. Ya están en casa y si las gestiones del abogado, Gerardo Esteva van bien, pronto podrán ver a su madre de nuevo.
Victoria habla con devoción de su abogado. Dice de él que es la persona más buena del mundo. Que se ha portado como un ángel, pero uno sin alas y de los que trabajan y se lo curran para conseguir sus objetivos, que en esta ocasión no han sido otros que sacar a Alejandra de Medellín (Colombia) y conseguir su traslado a España, para que cumpla el resto de su condena en su país, con los derechos y deberes de una presa española. Y si además puede conseguir su traslado a la prisión granadina de Albolote, mucho mejor. Y si además consiguen el 3º grado o algún tipo de permiso para que pueda estar de vez en cuando con sus hijos, reto conseguido.
Otro de los ángeles de Mª Victoria se encuentra en la oficina del Defensor del Pueblo Español, “porque si no fuera por todo lo que nos han apoyado y ayudado aún estaríamos en Colombia. Su papel ha sido fundamental para que mi hija y mis nietos hoy estén ya en su país, ni se imaginan lo agradecidas que le estamos”.
Pero en esta travesía desde América a Europa, desde Colombia a España, la familia Pozo Martín ha tenido muchos más ángeles. “La gente de mi pueblo se ha portado de maravilla. Nos han apoyado, han llenado huchas para que nos llegara dinero y poder mantenernos allí hasta el regreso. La Asociación Confraternización Carcelaria de Medellín inició la solicitud a petición de mi hija y también nos ayudaron mucho. El Ayuntamiento de Almuñécar, los Servicios Sociales, la Mancomunidad de la Costa, Sergio García, amigos, familia… Hemos estado tan arropados que la terrible situación que estábamos viviendo allí se ha hecho mucho más llevadera. Y a todos les estamos y estaremos agradecidos de por vida”.
Y es que recordemos que Mª Victoria lanzaba a los medios su llamada de socorro y su petición de ayuda cuando recibía un mensaje de su hija que mostraba la imagen de la desesperación. Una joven desnutrida, enferma, sin fuerzas, que le pedía a su madre que la ayudara porque ella ya no podía más. Presa en Medellín por tráfico de estupefacientes “que no por consumo porque mi hija siempre ha estado limpia” puntualiza Victoria, su situación y la de sus cuatro hijos era desesperada.
Extremadamente delgada, demacrada, sin vida, su madre nos mostraba a una joven que había cometido el error al que le llevó la desesperación de la situación que estaban viviendo.
“Se fueron de Mallorca donde vivían sin encontrar trabajo, porque pensaron que en América las cosas les irían mejor. Pero no fue así. Allí la situación se les puso aún más difícil y la final se equivocaron en la decisión tomada”.
Pero eso ya es pasado. Ahora Alejandra ha cogido peso, “casi 15 quilos”, porque su madre la ha alimentado en estos tres meses “a base de pucheros y lentejas, con poca carne porque allí es difícil encontrarla y mucho más comprarla, pero nos las hemos apañado y gracias a Dios, mi hija y mis nietos han comido bien y se han repuesto”.
Ahora, tras el calvario que supuso conseguir el traslado, envuelto en un papeleo interminable con miles de trabas por parte del gobierno colombiano que hasta el último minuto, ya en el aeropuerto, les obligaba a ir a firmar unos documentos a Inmigración a más de tres horas de distancia de donde se encontraban con el riesgo de perder el vuelo, finalmente todo se pudo solucionar y volar tranquilos hacia una vida nueva lejos de tanto sufrimiento y problemas.
“Mi hija voló por la mañana temprano desde Bogotá custodiada por agentes españoles. Yo lo hice por la tarde con mis nietos con la tranquilidad de saber que salíamos todos de allí y que todo el esfuerzo había merecido la pena. Incluso en el avión nos dieron asientos separados y los pasajeros se ofrecieron a cambiarlos para que pudiéramos estar todos juntos. Mis nietos por fin volvían a casa”.
Ahora Mª Victoria necesita rehacer su vida. Encontrar un trabajo, alquilar un piso un poco más grande porque con cuatro niños necesita un poco más de espacio. Ellos van a ir a las Escuelas de Verano gracias a la gestión de los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Almuñécar. Tienen que ir recuperando en los estudios porque allí eran considerados “ilegales” y no pudieron ir mucho a la escuela. “Lo que hace falta es que se adapten a su nueva vida y que pronto puedan ver a su madre porque lo necesitan, la echan mucho de menos. Son muy pequeños y necesitan saber que su madre está bien y poder abrazarla”.
Alejandra Pozo Martín ya está en su país, y sus hijos Sara, Ainoa, Leire y Daniel de edades comprendidas entre los 11 y 3 años, ya están en casa.
Ahora comienza una nueva vida para ellos, “gracias a tantas y tantas personas que nos han ayudado. Nunca podremos agradecerles todo lo que han hecho por nosotros, nunca.”