El 4 de septiembre dará sus últimas misas antes de marcharse a una parroquia de Granada “donde me necesitan”.
No quiere despedidas. Ni fiestas, ni placas, ni elogios excesivos. Creo que no quiere irse a lo grande para no sentirse mal, para no lamentar que deja atrás a muchos amigos, a toda una comunidad, a una parroquia en la que ha vivido momentos felices e imagino que también duros, aunque pienso que ha sido para él una gran experiencia y que, aunque dice que no volverá a ser el sacerdote de Almuñécar, seguro que regresa para disfrutar de las muchas buenas personas que ha encontrado en el camino.
Vicente Guerrero García, sin el don que no le gusta, llegó a la Parroquia de La Encarnación hace casi 10 años, con treinta y muy pocos. Venía de pueblos más pequeños en su mayoría del interior de la provincia de Granada. Esta era una parroquia grande, diferente, más difícil, pero desde el primer momento supo captar la atención de sus vecinos, para lo bueno y lo malo.
En este tiempo ha sabido llegar a su iglesia de diferentes formas, pero siempre acompañando, ayudando, apoyando o simplemente aconsejando y escuchando a los que le necesitaban.
Su objetivo como Párroco y persona ha sido y es siempre es el mismo: “Busca la felicidad, porque aquello que te haga feliz será lo mejor que puedas conseguir en la vida. Y ten presente que la felicidad no está en solucionar problemas, ni en la gente que nos rodea o en el lugar al que vayamos, sino en nosotros mismos”.
Hoy me ha contado como le llegó la vocación religiosa. Sintió “la llamada” justo cuando estaba lleno de dudas y a punto de dejarlo todo. Un lugar solitario, un momento de reflexión y una imagen que le hizo recordar todo aquello que le había llevado a Dios y entender que su vida debía estar dedicada a los demás.
Se va consciente de que ha conseguido atraer a mucha gente joven a la parroquia, ha sabido llegar hasta los que ya no confiaban, hasta muchos colectivos religiosos que estaban apagados y sin ganas de seguir adelante. Vicente ha conseguido con sus ideas “modernas e innovadoras” que los niños disfrutaran escuchando sus oratorias o los rezos de la misa sin que les pareciera algo inentendible y aburrido. Y lo hizo poniendo una gran pantalla en el techo para que los niños pudieran leer las oraciones durante la catequesis. Y dejó entrar a un león de peluche en las misas de los domingos previos a la comunión para que los más pequeños se sintieran atraídos por su original forma de dar la palabra de Dios. Y lo consiguió.
Pero no sólo los niños, para los mayores también daba la misa de forma sencilla, con palabras llanas, con explicaciones fáciles de entender y aceptar al convertirse en uno más de la parroquia dejando atrás la tediosa solemnidad de los sacerdotes de antaño. Muchas personas cristianas que habían dejado de ir a misa han recuperado su sentido de serenidad, reflexión, ruego, agradecimiento, o simplemente, calma. Considera que la mejor manera de llegar a la gente es simplemente tratándolos como igual desde el respeto, y sobre todo intentando llegar a ellos desde el amor.
Ahora se marcha a una parroquia diferente, pequeña, en un barrio de Granada donde todo será distinto. Pero cree que es su deber. Tiene que responder a quienes en su día le ayudaron desde esa fe que lleva tan adentro, convencido de que allí también será feliz.
Aquí deja a muchos amigos y a una parroquia renovada. Muchos, la gran mayoría, lamentan profundamente su marcha. Son personas que le agradecen su comprensión, su apoyo, esa sinceridad que le caracteriza y que a veces puede resultar insufrible. Pero es que con Vicente se puede hablar de todo. No hay vetos ni tapujos. Dice lo que piensa aunque no quieras escucharlo porque sabe que la verdad te hará bien.
El día 4 de septiembre dará sus últimas misas a lo largo de todo el día. Será un día importante para él, para su parroquia y para el pueblo de Almuñécar que le ha tenido a su lado durante casi una década para lo bueno y lo malo.
Vicente Guerrero, un párroco joven, un hombre de 43 años al que le queda mucho por hacer y conseguir en la vida, emprende una nueva etapa más cerca de su casa, de su familia, de su madre, de sus tres hermanos y sobrinos y del recuerdo de un padre que se fue demasiado pronto.
Está convencido de que le va a ir bien y yo sé que así será, aunque algunos, muchos, le vayamos a echar de menos. Ojalá seas muy feliz allí donde vayas y no olvides pasar por aquí de vez en cuando, aunque sea de vacaciones. Recuerda que Almuñécar será siempre tu casa y que dejas aquí muchos recuerdos y buenos amigos. Mucha suerte y hasta siempre.