Ulises Najarro Martín. Profesor de Geografía e Historia
Crisis ambiental, crisis energética, cambio climático, ausencia de lluvias, sequía histórica, escasez de agua, aumento de temperaturas, en definitiva, vamos al colapso. ¿Un catastrofista? no, nada más lejos de la realidad, solo hay que abrir bien los ojos y ver que el sistema actual ha llegado a un punto de no retorno y que revertir sus efectos llevará siglos.
El capitalismo ha traído grandes beneficios y progresos en muchos ámbitos a la sociedad, pero también en su trayectoria ha lastrado el desarrollo de otras sociedades.
La crisis climática actual ha puesto de manifiesto que el sistema capitalista o economía de mercado es y será incapaz de resolver este problema, solo sigue incrementando el impacto negativo en el planeta. Por la sencilla razón de que vivimos en un planeta finito, sí finito, que no es infinito en recursos. Los recursos se exploran, luego se explotan, posteriormente alcanzan un pico de producción y finalmente empiezan a decaer en la producción hasta su agotamiento por completo. El ejemplo más cercano es el petróleo, que ya alcanzó su peak oil hace años. La dependencia de energías fósiles no va contribuir a frenar, que ya es imposible, el cambio climático. Y la crisis energética cada vez se deja notar más. Algunos dirán ¿y las renovables? Tampoco son la solución mágica que nos han vendido, como afirma Turiel en su obra “Petrocalipsis”, la mayor parte de las energías renovables se dedican especialmente a producir una sola cosa, electricidad, y no es precisamente solo electricidad lo que necesitamos para mover la maquinaria capitalista. Necesitamos muchos más recursos, principalmente de origen fósil, y que no son sustituibles por electricidad. Solo hay que ver la cantidad de energía y recursos finitos que se necesitan para producir y montar un solo molino eólico, por no decir un parque eólico completo.
Llevamos años escuchando ese concepto llamado “capitalismo verde”, un maquillaje a un sistema extractivo y depredador que solo busca cuantificar la naturaleza de algún modo para extraer beneficio económico. Ya hemos visto los llamados mercados de carbono que lo que han hecho es especular con las emisiones de CO2. Ese capitalismo verde solo pone parches a la realidad haciendo creer que capitalismo y naturaleza son compatibles y pueden coexistir para que la rueda pueda seguir girando y creciendo infinitamente. Valoren los fenómenos ambientales que ya vemos por todo el globo sin cesar: aumento de la temperatura global marcando récords cada día; escasez de lluvias; olas de calor más duraderas e intensas; calentamiento de los mares y océanos; incendios sin control por todo el planeta; la desertificación avanza; hay un retroceso de los grandes polos; el impacto climático en la agricultura; los pantanos en mínimos históricos; la biodiversidad en retroceso; y podríamos seguir contando un sinfín de problemáticas reales que ya padecemos desde hace años.
La crisis energética y climática que vivimos no va terminar, al contrario, las crisis serán más constantes y duras en muchas zonas geográficas y en muchos sectores productivos que se verán afectados por la falta de recursos y por el impacto del cambio climático. Es necesario un cambio de modelo, algunos autores lo llaman desde hace años “decrecimiento” y otros prefieren no ponerle nombre, pero en lo que sí coinciden es que este modelo ha tocado techo desde hace décadas, como ya afirmaban las evidencias científicas, aunque el sistema capitalista lo haya ignorado deliberadamente. La rueda del capitalismo no puede detenerse porque cuando se detiene entonces salta la alarma y aparece la palabra mágica: crisis. La COVID-19 puso de manifiesto, a gran escala geográfica, lo que significa detener la rueda del crecimiento infinito.
Los recursos ya escasean, el cambio climático intensifica ese agotamiento, y la crisis por falta de recursos básicos, como el caso del agua, van a ser más frecuentes en todas partes, especialmente en España y Andalucía. El agua es un recurso vital e insustituible, y no lo gestionamos y valoramos como es debido. Las disputas por el agua tienen un carácter global desde hace décadas y se seguirán intensificando en los próximos años. En el caso de la temperatura el mes de julio ha quedado registrado como el más cálido de la historia en el planeta, y la temperatura global fue 1,5º superior a la media de la era preindustrial. En la Conferencia de París de 2015 se fijó no subir más de 1,5º en este siglo. Ayer 10 de agosto, Granada registró 44,3º y Valencia 46,8º, otro récord histórico.
En definitiva, nos dirigimos hacia un escenario de colapso y donde este sistema capitalista depredador tiene la muerte anunciada, será antes o será después. La sociedad tendrá un papel fundamental en la respuesta a dichas problemáticas, como afirma el científico Unai Pascual, cambiar las estructuras socioeconómicas será clave. También, es preciso un cambio en las mentalidades y en la forma de entender y relacionarnos con el planeta. Debemos poner rumbo hacia un nuevo modelo donde no todo gire en torno al crecimiento o el beneficio económico y donde la sociedad viva en armonía, de manera justa y sostenible, con el medio que habita. Para bien o para mal, dependerá de nosotros, será una nueva era en la historia del ser humano.