(Y SUS TRABAJADORES)
Como profesor, me gustaría aportar una reflexión sobre los centros públicos y concertados. Y quiero empezar por explicar brevemente qué son centros concertados, por si aclara alguna duda. Son centros de propiedad privada (la mayoría pertenecen a congregaciones religiosas o cooperativas), abiertos a todo el alumnado que quiera optar a ellos, porque la administración paga directamente al profesorado, y da una pequeña cantidad para el mantenimiento del centro: luz, agua, reparaciones… Eso ya es un gran ahorro para la administración, que aporta muy poco a ese mantenimiento.
Muchos de estos centros funcionaban antes del concierto, y el alumnado tenía que pagar; y otros estaban en zonas desfavorecidas. Cuando en los ochenta se amplió la edad de escolarización obligatoria, la administración no podía responder a esta demanda, y por eso surgieron los conciertos. A mi modo de ver, suponen un avance social, ya que, junto a la red de centros públicos, ofrecen igualdad de derechos y oportunidades para los alumnos y alumnas, sin depender de sus recursos económicos.
Por otro lado, es claro que la formación en valores y creencias tiene que venir de la casa, de la familia de cada persona. Son los progenitores, padres, madres… los que tienen esa tarea y esa responsabilidad. Precisamente por eso, tienen que poder elegir un centro con un ideario acorde con lo que quieren transmitir a sus hijos. Puede ser concertado, o puede ser público y querer que sus hijos den clase de religión o que no. O pueden tener mil razones más para elegir un centro: cercanía, tradición, resultados académicos, sus propios amigos, o los de sus hijos e hijas, familiares… La lista y la casuística es inmensa.
Lo importante es que todos los centros sostenidos con fondos públicos (de la red pública o concertada) funcionan con la misma legislación: las mismas condiciones de acceso para el alumnado, la misma gratuidad de enseñanza, las mismas asignaturas básicas con el mismo currículum, las mismas inspecciones docentes… Por supuesto, tendrán distintas actividades concretas, que dependan de la autonomía de los centros y de los docentes, y del propio ideario del centro, pero eso no dependerá de si son públicos o concertados.
¿Y los trabajadores? Pues hay una gran diferencia en el trato que se da a unos docentes y otros, aunque sea la administración la que paga sus salarios. Hay una gran discriminación económica, ya que no se cumple el principio de “mismo sueldo por el mismo trabajo”. Con los conciertos se cobra bastante menos, no se tienen sexenios, la edad de jubilación es posterior… y no se puede achacar sólo a un complemento de destino, por haber accedido con oposición o no.
Pero, para colmo, un profesor o profesora de la concertada, tiene muchas más horas lectivas. En concreto, en secundaria son, al menos, 5 horas más de clase a la semana, lo que multiplica las horas de trabajo en casa de programación, preparación de clases, actividades, correcciones... Es decir, con cuatro docentes de la concertada se realiza la misma labor, al menos, que con cinco de la pública, y ese es el gran ahorro de la administración, que no afecta a las patronales ni a los propietarios del centro concertado, sino que es a costa de las personas trabajadoras.
Esa es la gran discriminación que normalmente no se tiene en cuenta al hablar del tema. Por eso es necesaria la homologación entre docentes de las dos redes. Y, si es importante la salarial, más importante es la horaria para que se pueda dar calidad de enseñanza y haya justicia laboral.
Rafael Martínez Martínez.