“La Caña de Azúcar en Almuñécar. Una aventura milenaria en el Valle de Río Verde"
Los almuñequeros que ya tenemos algunos años recordamos como un destello en nuestra memoria o porque hemos escuchado a nuestros padres y abuelos contarlo una y otra vez, la escena de los niños corriendo tras los camiones cargados de caña de azúcar, o la demolición controlada de la gran chimenea del ingenio azucarero que había en la zona del barrio de San Sebastián cuando la pólvora la hizo desaparecer de nuestro paisaje y del escenario sexitano.
A pesar de que Almuñécar fue el municipio granadino en el que se originaron los primeros ingenios azucareros con sus grandes extensiones de plantaciones de caña de azúcar, poco o casi nada se ha mantenido que nos lo recuerde, más allá de la chimenea que permanece en pie en el interior del cementerio o de las fotos que podamos haber visto en libros inspirados en nuestro legado histórico.
Afortunadamente, Almuñécar cuenta con un gran escritor e historiador como Nicolás Antonio Fernández, que con su nuevo libro “La Caña de Azúcar en Almuñécar. Una aventura milenaria en el Valle de Río Verde", nos traslada hasta los días y años en los que el azúcar endulzaba las vidas de los sexitanos que trabajaban en esa industria y los empresarios que apostaron por esta tierra para poner en marcha aquellos grandes e importantes ingenios azucareros.
Nicolás Fernández sabe como nadie recopilar información de ayer y hoy, sumar datos y cifras a esas historias personales y después darle forma magistralmente en sus libros.
En este, presentado bajo la luna de agosto, entre las palmeras, pacíficos y jazmines del jardín de la plaza de Marruecos, el autor nos devuelve parte de la memoria perdida, con las historias de los que la promovieron y los rincones mágicos en los que se desarrolló esta importante industria.
Ha pasado el tiempo y gracias a Nicolás Fernández podemos recorrer nuestro pasado al ritmo en el que se pasan las páginas de sus libros. En ellos nos hablan de personajes ilustres, del turismo que nos cambió la forma de vivir, de las mujeres que formaron parte de esa evolución, y ahora de los saquitos de azúcar de tela blanca y de la melcocha que tomábamos en las fiestas del pueblo.
Gracias Nicolás, es un placer leerte y que ilustres y refresques nuestra memoria con tanta dedicación. Menos mal que estás tú.