Cartas al Director/Esther García Valero
Era una mañana de octubre de 1986. Yo contaba en ese entonces con tan sólo 18 años y como cada mañana, me encontraba en el negocio de mis padres echándoles una mano.
Una fábrica de pan en Almuñécar: la conocida "panadería del puente".
Se situaba en una calle estrecha pero llena de vida en aquella época. Un taller mecánico, a continuación la panadería y al final de la calle una carpintería.
Todos estos negocios estaban en los bajos de las casas.
Este lado de la calle se encontraba a lo largo de la ribera izquierda del rio pegando al paredón del mismo , un río que bajaba de la montaña y hacia honor a su nombre " seco", porque al menos que lloviese, siempre permanecía sin agua.
Teníamos la costumbre cuando llovía asomarnos a la ventana de la panadería para ver cómo de alto y caudaloso venía el nivel del río. Ese día era de esos que lluvia sin parar y con fuerza.
Pero ese día el río traía sorpresa. En el momento de asomarnos mi madre comezón a gritar con desesperación porque veía a lo lejos venir un coche arrastrado por las aguas. Todos los que estábamos allí nos asomamos rápidamente a verificar lo que decía y delante de nuestras narices y a gran velocidad, arrastrado por las aguas, pasó el coche y dentro de él pudimos ver por un segundo a un hombre haciendo aspavientos con los brazos pidiendo a gritos auxilio y reconocimos que se trataba de Jean Pierre. Un señor belga casado con una española y afincado en Almuñécar al que le teníamos mucho cariño.
No dábamos crédito a lo que acabábamos de presenciar.
Jean Pierre tenía un restaurante belga y solía comprarle el pan a mis padres para su negocio.
Era una persona cálida, muy educada y amable. Siempre con una sonrisa de bondad dibujada en su cara. Pero el recuerdo que dejó grabado en nosotros eran esos días de víspera de nochebuena que venía a asar varios pavos con el último calor del horno para sus clientes del restaurante.
Recuerdo que uno de los primeros años nos dio a probar en un bollito de pan la salsa que soltaban los pavos en la bandeja. Mezcla de sus jugos con manteca de cerdo y las especias que le pusiera. ¡Era algo exquisito!
Se volvió como una costumbre pues cuando llegaba ese esperado día de Navidad, ya estábamos mi hermano y yo preparados, con el bollito abierto en mano, el momento de mojarlos en esa deliciosa salsa. Nunca había probado algo tan rico en aquella época. Y Jean Pierre sonreía de vernos preparados para pedirle un poco de esa salsa.
Yo, el día del fatídico hecho, ante tanto dolor e impotencia, al momento de enterarnos de cómo había terminado la historia cogí un boli y en un trozo de papel de envolver el pan me puse en modo automático a relatar en forma de poema lo que acababa de vivir . Tenía que trasmutar esa profunda tristeza e impotente dolor, y esa fue mi forma de hacerlo.
Al día siguiente el periódico "El país amanecía con la triste noticia que decía así:
Tres muertos en Granada a consecuencia de una tormenta
ALEJANDRO V. GARCÍA
Granada - 16 OCT 1986 - 00:00 CET
Tres personas murieron a consecuencia de la tromba de agua caída ayer entre las once de la mañana y las dos de la tarde, aproximadamente, en el litoral granadino. El súbdito belga Jean-Pierre Quinsat, de 40 años de edad, fue arrastrado cuando intentaba salvar de la riada su automóvil en la rambla del río Seco, en el término municipal de Almuñécar. Dos vecinos de Salobreña, Joaquín Nocete Fernández, de 61 años, y Juan Villa Jerónimo, de 58, murieron al ser arrastrado unos dos kilómetros en la rambla de Molvizar el turismo que ocupaban. Otras tres personas resultaron heridas en la localidad de Vélez-Málaga.
Y he aquí mi relato-poema a la memoria de JEAN PIERRE
Hoy ha muerto un hombre
un amigo de los de verdad
¡Ay siniestra corriente de agua
que te lo tuviste que llevar! .
En su coche iba Jean Pierre,
y por el rio su caminar,
venía de su casa en el campo
con destino a la ciudad.
Pero, ¡pobrecito! , ¡qué tragedia!
a la ciudad no pudo llegar
porque antes de que se diera cuenta
la gran riada le pudo alcanzar.
El hombre dentro del coche
y su destino dentro del mar
las aguas le arrastran con fuerza
y el coche con ellas van.
Atascado queda en un puente
ayuda comienza a gritar
pero la gente que lo estaban viendo
impotentes quedaron sin más.
Sigue arrastrado por la corriente
porque el techo le pudo arrancar
y lo detiene un segundo puente
Un aliento de vida más.
Zacatón amigo, lo intenta
a salvarlo va sin pensar
que la corriente podría con el
y enterrado quedaría en el mar
Pero consigue salir del coche
y su amigo le pudo agarrar
cogidos van de la mano
¡camino a la libertad!
Pero la furia arrastra al coche
remolino bravío en el mar
y el amigo tira del hombre
pero Jean Pierre sin fuerzas va.
Un suspiro y se le escapan sus manos
¡esas manos que le pudo salvar!
¿será el destino dios mío
que le tenía que llevar?.
El amigo quedó sollozando
y con rabia comienza a llorar
rogándole súplicas a Dios
de que él le pudo salvar.
¡Maldita corriente de agua
que todo te puedes llevar!
hasta la vida de las personas;
Que descanses en paz.
Testigo directa de éste hecho.
Almuñécar, 15 de octubre de 1986, 11:30 a.m.
"A la memoria de Jean Pierre"
Esther G. V.