Josué Díaz Moreno
El día después del las elecciones del 28M, viendo que el mapa patrio pintaba a muy cian, mi amiga NF nos hizo una pregunta retórica a V y a mí respecto al 23 de julio: ¿es mejor que gane el PP con mayoría absoluta o que gobierne en minoría con la ultra derecha? Como mi amiga es más que nada una persona contestataria nos adelantó la respuesta sin darnos tiempo a meditarlo mucho. Ella prefería un mapa azul antes de probar a mezclar en la paleta a verdes con azules. Su argumento: cuando el PP gobierna no deroga, casi nunca, las conquistas sociales y libertades civiles ampliadas por el PSOE. Hay un refrán español que creo que viene al pelo “más vale malo conocido que la España que madruga” (no recuerdo muy bien si era así o “a Dios rogando y con el mazo dando”).
Sin ganas de opinar, me quedé recordando aquella frase de Marcial en Trafalgar, tan premonitoria, cuando tras la estrepitosa derrota y en medio de los destrozos trasladan a los héroes heridos del navío Santa Ana al Rayo. Entonces, Medio Hombre, viendo el calamitoso estado del nuevo barco que los acoge le dice a Gabriel “hemos salido de Guatemala para entrar en Guatepeor”.
V sí quiso opinar, gustándose, queriendo lucirse. Dijo que tampoco es para tanto que VOX integre gobiernos municipales y autonómicos. Que al final en el reino de España mandan los poderes ocultos más que los partidos políticos. Y que mira que si hemos bendecido a Podemos, que es ultra izquierda, por qué andamos ya con la superioridad moral de la izquierda vetando a VOX.
Dijo más cosas que no conseguí hilar bien —perdonen mi espesura, pero desde la noche del 28M ando como desnortado—: algo de las cruzadas, Don Pelayo, la Reconquista y la libertad de credo, del Descubrimiento de América y el colonialismo español seguido de un “tan típico de la superioridad moral de la izquierda”; del Desastre de Anual, la Marcha Verde, Perejil, el vasallaje de Pedro Sánchez con el Rey de Marruecos y la traición a la causa saharaui, nuevamente rematado con un “tan típico de la superioridad moral de la izquierda”; de los valores tradicionales, la familia, la mujer trabajadora, el antiguo orden, el divorcio y el derecho de pernada “y la superioridad moral de la izquierda”. De los masones, las ordas marxistas de la Segunda República y el sin dios que es España cuando gobierna la Izquierda “a pesar de vuestra supuesta superioridad moral”.
Lo cierto es que, fruto de la perturbación que me asola desde la mala noche del 28M, ya no sé cuánto de aquel discurso fue de V o es un compendio hecho de retazos con las "voxbadas" que llevo escuchando desde 2018. (De lo que sí estoy seguro es de haber leído en algún sitio que el pasado 24 de junio, festividad de San Juan, los servicios de limpieza municipales recogieron 100 toneladas de inmundicia y basura de las playas de Almuñécar y no sé muy bien por qué viene esto al caso, pero ahí lo dejo por si sirve de algo. Me van a perdonar, ya ven que no ando en mi mejor momento.)
Regresé a casa con más zozobra de la que tenía y con aquello de la superioridad moral metido en la cabeza. Y Desde entonces tengo ahí la vozarrona de V, emponzoñando mi duelo, con sus mil preguntas que no son retóricas sino de juez inquisidor. ¿Para qué nos sirve la moral (si es que cabe evaluar la moral en base a criterios de utilidad)?, ¿Qué sería la Izquierda si renunciara a esas preguntas fundacionales que nos interpelan constantemente a interpretar y actualizar la vigencia y materialidad en nuestras sociedades de los principios de libertad, igualdad y solidaridad?, ¿cabe renunciar a ello sin transitar hacia escenarios de relativismo moral y de regreso?...
He repasado estos días viejas lecturas (Santo Tomás de Aquino, Kant, Gadamer, J. Rawls, el papa Francisco) en busca de argumentos a favor de una moral universalizable, cosmopolita, buena para todos por principio, pero atravesada por cada contexto, por cada cultura, por cada tiempo. Eso son, precisamente, los Derechos Humanos, el espacio frontera entre la civilización y la barbarie, nuestros Diez Mandamientos modernos contra el relativismo moral y la infamia de Estado.
Me pregunto qué puede haber de sobrado moral en diseñar una agenda con 17 Objetivos para acabar con el hambre y la pobreza en el mundo, en exigir el fin de las formas contemporáneos de esclavitud y la igualdad real de hombres y mujeres o en que dos hombres se besen libremente en pleno metro de Madrid.
La semana pasada, escuchando a Abascal arremeter con su voxdrio del lobby homosexual contra la celebración del Orgullo LGTBIQ+, me he acordado de la conversación con mis amigos. Burgos, Toledo, Valladolid, Ciudad Real, Níjar, Granada, son algunas de las 140 ciudades en las que, desde el pasado 11 de junio, gobierna el PP con o gracias a VOX. La primera consecuencia directa de que hayan pasado a ser ciudades libres de superioridad moral es que el 28 de junio no hubo ni banderas ni iluminación arcoíris en la mayor parte de las fachadas de sus consistorios. Tampoco habrá más silencios de condena contra la violencia machista ni van a tener estas ciudades más carriles bicis. Se acabó aquello de presumir de movilidad moralmente superior.
No soy yo el único preocupado, hasta la factoría Pixar anda llamando a consultas a su embajador en España porque en Bezana (Cantabria) han censurado la última de sus pelis sobre el gran Buzz Lightyear. La verdad es que a mi hijo Hugo no terminan de convencerle las chaladuras espaciales del héroe, pero que dos chicas se besen le ha parecido de lo más natural de la galaxia.
En nuestra familia estamos deseando volver a ver el beso en la pantalla gigante del cine de San Cristóbal, privilegio de que Almuñécar sea territorio libre de censura (recordaran que la extrema derecha no obtuvo representación municipal). Por ahora. ¿Qué habría pasado si VOX hubiera sacado 1 Concejal y el PP lo hubiera necesitado para formar gobierno? No es una pregunta retórica, pero poco importa la respuesta —por ahora— porque ya pertenece al pasado o tal vez al futuro, quien sabe. El caso es que puede que mi amiga NF tenga algo de razón, aunque me joda reconocerlo: es mejor un gobierno con mayoría absoluta del PP que un gobierno en minoría con VOX, a lo que inmediatamente me viene de nuevo a la cabeza la imagen maltrecha de Medio Hombre hablándole medio muerto a Gabriel.
Pero no puedo evitar figurarme cómo habría actuado A, concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Almuñécar, ante la exigencia de JP, concejal electo de VOX, de apagar la iluminación arcoíris de la fachada del Ayuntamiento. Estoy convencido que no hay acuerdo programático ni mando jerárquico del partido capaz de hacer retroceder a mi antiguo compañero de colegio .
No dudo de que A responde con un “Ni un paso atrás, vade retro”, o algo por el estilo, porque A es muy católico y muy ingenioso también. Me lo imagino apretando el botón de las luces un segundo antes del selfie de rigor. Y entonces descubro en él esa superioridad moral de la Izquierda que también forma parte del marco moral de la Derecha —vale, sí, llegan algo más tarde y siempre con peros, pero son parte de los grandes consensos morales de nuestro tiempo—, y que me despierta el orgullo por Almuñécar. La pregunta que queda ahora es: ¿a cuánto de ese consenso moral están dispuestos a renunciar en el PP?
Imagino que en algún punto de la discusión entre A y JP, éste le pregunta: ¿para qué sirve la luz arcoíris en la fachada de un edificio institucional? Espera A, le digo, que esta se la respondo yo con tu permiso, que llevo ya muchos días retenido por la congoja post electoral:
Querido V, queridos JP y Abascal, queridos fachas-homófobos del mundo, iluminar la fachada de un edificio institucional en el Día del Orgullo sirve para dar un paso más en la emancipación del ser humano. Sirve para honrar la memoria de los activistas que ya se fueron y que tanto arriesgaron por nuestras libertades cuando arriesgar era jugarse la vida. Sirve para recordarnos que lo que hasta ayer parecía una conquista firme aquí es, en otros lugares del mundo, causa de cárcel, ahorcamiento o linchamiento. Y sirve también, precisamente por ello, para autoafirmarnos como seres racionales, solidarios y combativos contra la barbarie. Sirve, para que no olvidemos a Sonia y a Samuel.
Sirve también para demostrar que el amor es siempre más fuerte. Que el beso de dos mujeres es capaz de transformar las 100 toneladas de inmundicia humana de las playas de Almuñécar en unicornios azules, palomas olivadas y aguaceros de brilli-brilli con los que combatir todos los odios y el mal que no cesa.
Sirve —un segundo que ya termino— para irradiar libertad al mundo porque, aunque no lo creáis posible, de la misma manera que las pavesas de un roble centenario de Canadá pueden atravesar el Atlántico y volar más de 5.000 kilómetros hasta enturbiar los cielos de Andalucía una mañana de julio, debéis saber que la luz arcoíris de un simple Ayuntamiento es capaz de iluminar el destino y la libertad y dar seguridad a cientos, miles de personas en todo el mundo. Y eso no es cuestión de superioridad moral, es pura física y química, o amor libre, como aquí nos gusta decir a quienes nos sentimos Orgullosos de A, de las luces arcoíris en nuestro Ayuntamiento, de nuestra superioridad moral y también del brilli-brilli.