Breve relato de un día como hoy contado desde el mañana II
Relato de Josué Díaz Moreno
Almuñécar antes del 28M, preludio de un tiempo nuevo.
Apuntes para entender el presente. Una visión personal del momento político y social actual de Almuñécar narrado desde el futuro:
En aquel contexto de sequía que sufría Almuñécar en 2023, otra incontestable evidencia de los efectos del Cambio Climático que amenazaba el colapso de su excelente agricultura subtropical, la campaña electoral coincidió con precipitaciones generosas acogidas por los agricultores locales como agua de mayo. La lluvia contribuyó a aliviar la sequedad de los campos y a descongestionar a los alérgicos. Pero como nunca llueve a gusto de todos, aquellas lluvias primaverales no alcanzaron para suavizar el ambiente político cada vez más enrarecido.
La campaña electoral de 2023 sería recordada como una de las más enardecidas y acaloradas del siglo XXI. Ante la inminencia del 28M, describen los analistas de la época, el aire se fue sobrecargando de un vapor denso, cada vez más insoportable, contaminado con formas políticas tardomedievales algo asfixiantes para quien no se desempeñaba en primera línea política. Lo cierto es que se habían ido acumulando en el sustrato político del municipio toneladas de detritus incandescentes a punto de estallar, conformados por décadas de malas jugadas y estrategias cainitas, por la naturalización del transfuguismo político y de las familias que dejaban de hablarse, pero también por una violencia soterrada, más sutil, levantada con toneladas de pequeños desaires, acusaciones cruzadas y ofensas siempre presentes en los plenos de la Corporación Municipal.
Para comprender mejor los atributos de aquel momento político tan decisivo para el futuro del municipio, los estudiosos analizaron con detalle la comunicación y el discurso político de los partidos municipales. El hallazgo más concluyente fue el efecto polarizante de la figura de Don Juan Carlos Benavides. Y es en este marco en el que numerosos ensayos han profundizado acerca del concepto de paz social. Durante los periodos de mandato de los Andalucistas, y fruto de los desmanes y los excesos de poder de su líder, la oposición popularizó este significante, dotándolo de un nuevo significado. La paz social fue entonces el argumento vertebrador de complejos pactos e importantes decisiones que dieron un vuelco a la política municipal. Fue invocada por primera vez en 1999 para desbancar del poder al Partido Andalucista y justificar un pacto de gobierno tripartido de PP-PSOE-PILH (Partido por la Independencia de la Herradura). Y fue el eje argumental también en 2011 para fundamentar el voto a favor de la investidura del PP por parte de Izquierda Unida y PSOE, repetida de nuevo en 2015 —abstención de IU— y 2019 con el voto afirmativo de IU. Era un concepto amplio que lo mismo servía al bloque del PP y sus aliados para justificar el desmantelamiento de un servicio público municipal, que para no apoyar la renovación de una concesión administrativa que no fuese de familia afín —como en el caso de Turismo Tropical— o para justificar algunas escisiones políticas de calado que dieron lugar al nacimiento de nuevos partidos tan decisivos a la postre como MAS ALMUÑÉCAR. Era también en nombre de la paz social que este bloque cargaba contra el partido que estaba en la oposición –los Andalucistas- como si de una fuerza de gobierno se tratase, lo cual parecía responder más a un imperativo atávico de querer acabar con el adversario político por encima de todo que a una estrategia racional ideada por un genial spin doctor.
En cualquier caso, y aunque al principio a muchos les pareció ridículo hablar de violencia en una ciudad andaluza que en nada se asemejaba a San Pedro Sula, Tijuana o Puerto Príncipe, aquel concepto acabó calando entre los vecinos. Los expertos en comunicación política coinciden en señalar que fue una estrategia clave para mantener unidos a partidos de tradición política tan opuesta.
Todos los contendientes sabían que aquellas elecciones eran la puerta de entrada a un nuevo tiempo político. Nunca antes un partido había tenido en Almuñécar un mandato de 16 años consecutivos, por ello, el Partido Popular aspiraba a la reelección con una visión de perpetuarse en el poder como fuerza dominante: con un PSOE debilitado por su errática política de pactos con la derecha y habiendo absorbido a Ciudadanos y Mas Almuñécar, ganar y gobernar tras aquellas elecciones podría situarles en una posición hegemónica de largo plazo. Por su parte, los Andalucistas, conscientes de que tal vez estaban ante la última oportunidad de recuperar el poder bajo el liderazgo de Don Juan Carlos Benavides, aspiraban a demostrar que su capacidad de gestión permanecía intacta y a llevar a la práctica aquel nuevo talante político de regeneración y consenso que prometían los nuevos perfiles de su candidatura.
Pero tras 12 años de gestión municipal liderada por el PP, los mismos que los andalucistas llevaban alejados del poder, el argumento de la paz social parecía perder consistencia. El Partido Popular y sus socios de gobierno municipal ofrecían un balance de gestión pírrico. Con la excepción del programa de cultura y el cuidado de las playas, aquellos doce años de gobierno se caracterizaron por los proyectos fallidos y las promesas incumplidas. En el análisis de las fuentes digitales de la época se han encontrado decenas de promesas electorales, tan emblemáticas como la residencia de mayores, el puerto deportivo Fuente Piedra, el nuevo hotel El Tesorillo o la reconstrucción del Mercado Municipal que, sin saberse muy bien la razón —el complejo equilibrio de poderes que sostenía al PP en el poder no favorecía la rendición de cuenta pública—, nunca pasaron de nota de prensa. Tanto se habían habituado los vecinos a aquella práctica de falsas inversiones que, años después, cuando se popularizó aquella inteligencia artificial que rastreaba las promesas incumplidas en campaña electoral y se evidenció que Almuñécar lideraba el ranking de municipios andaluces, muy pocos se sorprendieron.
Tampoco fueron abordados en aquellos 12 años, con la celeridad requerida, los 4 grandes retos municipales que, desde la primera legislatura, prometieron gestionar en un tiempo expres: la aprobación del nuevo PGOU —en mayo de 2023 aún estaba pendiente de aprobación por la entidad supramunicipal competente—, la construcción del nuevo mercado municipal —sin finalizar—, la ruptura de la estacionalidad del turismo y el impulso a las conducciones de Rules para salvar la agricultura. Mientras tanto, el municipio seguía estando entre los 10 municipios mayores de 20.000 habitantes con menor renta per cápita (menos riqueza monetaria) de todo el país.
Como consecuencia de todo ello el relato de la “Década de la Indolencia” —término acuñado por un célebre ensayista para definir el raquítico balance de gobierno municipal del Partido Popular— fue ganándole terreno al relato de la paz social. La confianza de los votantes del PP se fue desgastando y también su capacidad de retención del voto prestado. Conscientes de ello, el PP y sus aliados estrenaron en aquella campaña nuevo discurso y nueva estrategia electoral.
El nuevo relato discursivo que diseñaron se centraba en dos elementos: cambio y futuro. Don Juan José Ruiz, que reemplazaba a Doña Trinidad Herrera, se presentaba como candidato fresco y con proyección de futuro. La apuesta parecía acertada pero tenía algunas grietas. En primer lugar, aquella retórica del cambio era en sí mismo una negación a la gestión de la anterior líderesa del PP y alcaldesa de Almuñécar y, por lo tanto, un reconocimiento de las críticas vertidas a su no-gestión. En segundo lugar, Don Juan José Ruiz no era nuevo. Había estado en primera línea de la gestión municipal como Teniente Alcalde y peso pesado del Partido Popular durante 3 legislaturas consecutivas y, anteriormente, se había desempeñado como secretario del grupo municipal popular. No era, por lo tanto, un candidato sin mochila algo que no dudaban en achararle sus detractores tanto dentro como fuera del partido. Había formado parte de los errores y aciertos de la gestión municipal durante los últimos 12 años y, por tanto, era responsable para bien y para mal del pasado y presente del municipio.
La nueva estrategia electoral que idearon fue la integración de todos los grupos del bloque de derechas bajo las siglas del PP. Si bien aquel movimiento político pareció audaz en un primer momento, la desmembración de la candidatura de Izquierda Unida-Podemos en dos y, en menor medida la de VOX-Tú Patria, hacía peligrar los apoyos requeridos para la investidura y abría una grieta en la estrategia. Por primera vez —y esta es la principal singularidad de aquella campaña electoral que todos los analistas coinciden en subrayar—, el Partido Popular podría proclamarse ganador indiscutible de las elecciones del municipio pero no contar con los apoyos para gobernar el municipio. Ironías del destino, los Andalucistas podrían volver de nuevo al poder, 12 años después, sin necesitar vencer las elecciones. Y conforme fue avanzando la campaña electoral ese miedo fue creciendo.
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Aquella campaña electoral, que no fue muy distinta a las anteriores en cuanto a las trampas y el ruido, tuvo unos decibelios de más y un punto de truculencia. Hubo 3 advertencias y 1 Expediente Sancionador de la Junta Electoral al PP por el uso partidista de la institución municipal en su provecho electoral. La rumorología popular fue más variopinta y acientífica que nunca: se rumoreaba entre la militancia de los partidos que había encuestas de resultados sorprendentes; truculentos estrategas de la vieja política, que se vanagloriaban de su buen atino demoscópico, daban por fracasada la estrategia electoral del Partido Popular y sus aliados y vaticinaban la vuelta al poder de los Andalucistas; hubo acusaciones cruzadas de manipulación del voto por correo con las personas de edad avanzada y hasta de colocar infiltrados en las listas electorales rivales; no faltaron las riñas a cuento de la ocupación de la vía pública con la cartelería y la propaganda electoral, ni tampoco la rancia estrategia de atemorizar a los funcionarios municipales con la pérdida de sus derechos ante la perspectiva de un cambio democrático en el poder; tampoco el mentidero de los troles a sueldo y los perfiles falsos embarrando el debate político desde las redes sociales. Y por supuesto, no olvidaron tampoco faltar a la cita electoral, la policía municipal que, siempre tan respetuosa con el principio de neutralidad partidista y abuso de autoridad y como era ya una extraña coincidencia en periodo electoral, comenzaron a contraer misteriosas enfermedades y padecimientos que les incapacitaban para su desempeño profesional, al tiempo que exigían al equipo de gobierno municipal la enésima mejora de sus condiciones, por supuesto invocando siempre una mejor seguridad para todos.
Cada partido defendió sus programas de gobierno sin perder de vista al contrincante (era común recurrir a la retórica en los mítines). Ya en aquel tiempo se vislumbró el protagonismo económico y el peso político que el desarrollo urbanístico de La Sandovala tendría para el municipio años después. Y todos los programas prometían también dejarse la piel para lograr el proyecto de las canalizaciones de Rules, aunque pocos consideraban estrategias de adaptación a los efectos del Cambio Climático – seguían rehabilitándose plazas sin proyectar densidades verdes y arboledas contra el calor abrasante de un verano cada vez más prolongado. Otros proyectos centrales y comunes para los dos bloques fueron la vivienda joven, el centro de día, la residencia de mayores, el centro de atención a la diversidad y la mejora de las instalaciones educativas y deportivas.
Y así, finalmente, y a aunque aquella campaña electoral parecía no tener fin, se llegó a la noche del sábado 27 de mayo, jornada de reflexión, con la lluvia de nuevo como acompañante y una tormenta de poniente tan brava como aquella que narraban los antiguos, presagio de un tiempo político nuevo. Fue una noche de fuerte oleaje y mal dormir, con el salitre penetrando en sus calles como no se recordaba hacía tiempo. En cierto modo, reconocerían años más tarde los protagonistas, aquella noche cundió el insomnio. Algunos porque tenían un nefasto presentimiento, otros porque eran conscientes de que en algunos momentos de la campaña habían arriesgado demasiado, muchos porque no encontraban la forma de dejarse ver y compadrear al día siguiente con los militantes y pesos pesados de los distintos partidos enfrentados en la contienda para dejar claro que ellos, más que con las siglas, estaban con quien tuviera el poder, y hasta los hubo, más nihilistas, que esa noche pidieron al cielo una dana que arrasase con todo y pusiese final, de una vez por todas, a aquella campaña y aquel tiempo político.